En la Argentina quedan 54 plantas distribuidas en 10 provincias (Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, San Luis, Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Jujuy y Salta). A partir del año 2006 se fijó en Argentina un régimen de promoción y producción para los biocombustibles. Pero los años de desidia macrista pusieron en jaque al sector y lo llevaron al borde de la quiebra. Hoy, algunos de aquellos inconvenientes persisten, por lo que se necesitan medidas urgentes para evitar el colapso de las pymes que forman parte del sector.

La Ley 26.093 (sancionada en el año 2006) -y su reglamentación en 2007 mediante el Decreto 109- estableció un régimen de promoción y producción para los biocombustibles. Pero la normativa y su marco regulatorio específico trascendieron el simple fomento de una nueva actividad y sus beneficios directos en materia de diversificación de la matriz energética y la sustitución de combustibles fósiles importados.

En realidad, lo que se puso en marcha fue una verdadera política de Estado de industrialización de la ruralidad, priorizando el desenvolvimiento pyme y de fortísima impronta federal (desarrollo de las economías regionales).

En este marco se englobó el Programa de Biocombustibles, orientado a la implementación de cortes en la nafta y el gasoil con biocombustibles obtenidos a partir del aceite de soja, del aceite de maíz y del bagazo de la caña de azúcar.

Dicho programa fue, en efecto, resultado de la decisión estratégica del Gobierno de Cristina Fernández de contribuir a la diversificación de la matriz energética y agregar valor a la producción, tanto la que se consume en el mercado interno como la que se destina a la exportación de excedentes en los mercados internacionales.

Por si fuera poco, el citado programa también buscaba contribuir a la mitigación de gases efecto invernadero, y a la sustitución de importaciones de energía, con una mayor demanda de empleo nacional.

El desarrollo y crecimiento de esta industria fue tal que a pocos años de instrumentarse la Ley 26.093, la Argentina se convirtió en el principal exportador a nivel mundial de biodiesel, destinándose a la Unión Europea cerca del 90% de la producción local.

Debacle del sector en tiempos de Macri

Pero, de ese espectacular desempeño, se pasó, como en tantos otros sectores o recursos, al estancamiento o al retroceso macrista. Para fines de 2019, la industria de los biocombustibles que abastece al mercado interno transitaba por un estado crítico y a enero de este año más del 50 por ciento de la capacidad instalada de biodiesel (superior a 4,5 millones de toneladas anuales) había quedado ociosa. Repasemos algunos datos más.

Analizando las ventas totales de biodiesel (al corte + mercado interno) el Observatorio OETEC halló que éstas se desplomaron 6,3% en 2018, única caída interanual desde iniciada esta actividad en 2008. Durante los primeros tres años de gestión macrista, las ventas se expandieron 8% versus un 16% en igual período anterior, esto es, entre 2012 y 2015. En otras palabras, la tasa de crecimiento se redujo a la mitad.

En el acumulado enero a noviembre de 2019, si bien se registró un aumento del 2%, se observa una muy pobre evolución respecto de 2015. Asimismo, y con relación a 2017, se verificó una caída del 3,6%. A su vez, entre 2015 y 2019 (siempre a noviembre), las ventas crecieron 2,7% versus 48,6% en igual período anterior (2011 a 2015). Como puede advertirse, una drástica desaceleración.

Finalmente, cuando se coloca la lupa sobre las ventas al corte, los números en rojo aparecen con Macri. A noviembre de 2019, se ubicaron 2,4% inferior a la de 2015. O sea, una involución de cinco años.

Estos lamentables datos exhiben la desidia y el desinterés de la gestión de Mauricio Macri en materia de biocombustibles. Nada extraño considerando que nunca fue objetivo del neoliberalismo energético contribuir al desarrollo del sector en ninguno de sus potenciales aspectos.

Potencialidades y contribuciones del sector

Sin embargo, todavía quedan en la Argentina 54 plantas distribuidas en 10 provincias (Santa Fe, Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, San Luis, Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Jujuy y Salta), agregando valor en origen, generando y sosteniendo economías regionales con más de 300.000 mil empleos directos e indirectos.

Dichas plantas han podido sustituir importaciones de nafta y gasoil por más de u$s10.800 millones en el periodo 2010-2019. Sumado a ello, el corte con biocombustibles de las naftas y el gasoil produjo un importante ahorro ambiental y en salud pública que, de aumentarse dicho corte, podría llevar a la Argentina a cumplir inmediatamente con los acuerdos internacionales y leyes propias en materia de lucha contra el Cambio Climático.

Por otra parte, los biocombustibles le dan al País la posibilidad gestionar sus propios recursos en una estrategia de autoabastecimiento, sin dejar de lado ninguna fuente energética. Y crean, al mismo tiempo, nuevos productos y nuevas industrias (productores cañeros, cadena del maíz y de la soja, complejo aceitero y pequeñas aceiteras a prensa, empresas de transportes, industria metal-mecánica) impulsando el concepto de economía circular en la relación campo-industria.

Finalmente, en el marco de esta inédita pandemia que azota al mundo y al país (Covid-19), la industria de los biocombustibles también podría prestar una magnífica contribución, ya que del bioetanol se puede extraer el alcohol etílico y dentro de los subproductos que genera el biodiesel está la glicerina, que en calidad farmacopea, se utiliza como insumo para fabricar alcohol en gel.

En suma, se trata de un importante recurso energético renovable que no busca «reemplazar» al gasoil o las naftas, sino «complementar» la matriz energética, mediante el aporte de un combustible de origen vegetal, renovable, menos contaminante y de producción nacional.

Conclusión

En enero de este año las petroleras propusieron la reprimarización completa del poroto de soja y del grano de maíz. Por otra parte, al día de hoy, siguen sin estar publicados oficialmente los nuevos precios para los biocombustibles, lo que le quita previsibilidad y seguridad jurídica al sector. Y por último, la advertencia de las petroleras sobre el no retiro de los volúmenes de biocombustibles correspondientes a los meses de marzo y abril, que conllevaría a un incumplimiento de los cortes obligatoriamente establecidos de naftas y gasóleos.

Por este último tema, la semana pasada comenzaron a llegar al Ministerio de Producción, la Secretaría de Energía y la Subsecretaría de Hidrocarburos sendas notas elaboradas por las distintas cámaras del sector manifestando preocupación al respecto y solicitando se lleven a cabo medidas acordes.

De no resolverse estos inconvenientes, que se suman a la “pesada herencia” macrista en materia de biocombustibles, las pymes y algunas grandes no integradas productoras de biodiesel, así como las vinculadas a la producción de bioetanol de caña de azúcar, todas abastecedoras del mercado doméstico, no tendrán más opción que desaparecer del mapa.

El regreso a la Casa Rosada de un proyecto industrialista y genuinamente federal no puede renunciar a la profundización y potenciación de los biocombustibles como herramienta de desarrollo, industrialización y generación de empleo.

Las nuevas autoridades de la Secretaría de Energía deberían retomar y profundizar los lineamientos y objetivos de la Ley 26.093 y su decreto reglamentario, fundamentados en la diversificación de la matriz energética, la sustitución de importaciones de combustibles fósiles, y el agregado de valor a la producción (tanto la consumida en el mercado interno como la destinada a la exportación de excedentes).

Así se vería altamente mejorada la ecuación económica y la modernización de la agricultura y la agroindustria, al tiempo que se contribuiría al rescate del sector, sus decenas de pymes y sus miles de puestos de trabajo, vitales para la industrialización de nuestra producción primaria, el arraigo y la defensa de un federalismo genuino.

(*) Directora General del Observatorio de la Energía, Tecnología e Infraestructura para el Desarrollo (OETEC), para Ámbito