A 20 años de su desaparición física, Gustavo «Cuchi» Leguizamón sigue siendo un ícono del folklore argentino.  Considerado uno de los compositores más importantes del género. Creador del Duo Salteño junto a Manuel Castilla. Abogado, profesor de Literatura, pianista excepcional. Su figura merece uno y mil homenajes.

La vida y obra de Cuchi Leguizamón es tan grande que parece inabarcable. Prócer del folklore argentino. Referente ineludible de la cultura salteña.

Gustavo Leguizamón será siempre Cuchi. Nació en Salta, el 29 de septiembre de 1917. Músico autodidacta en los primeros años de su vida, estudio Derecho en La Plata, donde se recibió de abogado en 1945. La música terminó torciendo la muñeca de su vida. Junto al poeta Manuel Castilla compusieron cientos de zambas, chacareras, carnavalitos y vidalas llenas de amor, tragedia y ternura. Sus obras están mancomunadas en sus nombres y yodas ellas son parte de la cultura popular argentina.

Juan Carlos Fiorillo es periodista, poeta y escritor. En 2008 escribió un libro imprescindible como es Efemérides Folkloricas. 500 páginas producto de diez años de trabajo. Fiorillo es salteño, como Cuchi. En Desde el Origen dejó su testimonio sobre un grande de nuestra cultura:

“Cuchi es reconocido en todo el país pero en Salta no se le rinde la pleitesía que merece. Cuchi Leguizamón fue un poeta excepcional. Junto a Manuel Castilla fueron fundamentales en la llamada renoviación del folklore salteño. Pero hubo algo especial en él porque el gran maestro tomaba dimensión de hombre sencillo, como lo fue toda la vida”

Fiorillo recordó al Cuchi docente universitario.: “Le gustaba mucho explicar las cosas. No era un profesor que presionara a los alumnos. Al contrario: los ayudaba. Les enseñaba de una manera que nos permitía sentirnos libres. Era muy simpático verlo comer chocolates mientras nos presentaba una materia en forma atrapante. Le interesaba explicar la historia más que tomar exámenes, y nosotros, sus alumnos, nos veíamos involucrados con él”. 

“Cuchi Leguizamón vivió la vida como un cuento y de esa manera lo entendimos. Ese curso sacó muchos periodistas y escritores y todos le debemos a Cuchi una forma de contar y escribir la historia. Lo que aprendí en esos años fue muy importante. Por la mirada y la forma de contarnos las clases. Cuchi no era estricto como cualquier otro profesor. Charlaba con nosotros y por eso nadie, o casi nadie, fue a rendir con Cuchi”. 

En ésta idea de encontrarnos con un Cuchi Leguizamón desconocido, Fiorillo deslizó un detalle imprescindible para conocer al personaje: “Nunca ejerció la profesión de abogado porque decía que no podía vivir de la discordia humana. Por eso fue un gran profesor de Historia y un músico sobresaliente, y eso que comenzó tarde a estudiar música, cuando tenía cuarenta años”.

 

 

Ema Palermo fue la compañera de Cuchi durante gran parte de su vida. Alguna vez narró la historia de La panza verde, compuesta junto a Jaime Dávalos: “Panza Verde era un cacique del norte salteño que fue a ver si le podían poner unas tierras que tenía a su nombre. Cuchi fue su abogado y jamás cobró por su trabajo. Estaba totalmente concientizado en defender a la gente pobre por más que él hubiera nacido en el seno de una familia de la aristocracia salteña. A Cuchi lo enamoraba juntarse con sus amigos, la poesía, la gente común y guitarrera”.

La obra de Cuchi Leguizamón está atravesada por las historias de hombres y mujeres de carne y hueso. Gente con la cual se cruzó en la vida.  Personajes que parecieran de fantasía, irreales, pero todos existieron. Como Juan Riera, un anarquista español, muy amigo de Leguizamón y Castilla, que como buen idealista dejaba de noche la puerta abierta a los más pobres con pan caliente para que tengan que comer por las madrugadas.

La calidad poética, musical y humana de Cuchi Leguizamón fue insuperable. Por eso hay que seguir hablando de ellos. Que permanezcan en el recuerdo y no olvidarlos. Que queden registrados en la gente porque su legado fue muy fuerte.

Juan Fiorillo recordó en Desde el Origen otro rito impostergable que pinta la personalidad de Cuchi: “Era habitual verlo en la mesa 3 del bar El Farito. Esa mesa estaba reservada para Cuchi y sus amigos. Allí recibía y saludaba a todo el mundo que quisiera saludarlo, preguntarle cosas o escuchar sus cuentos y anécdotas mientras comía una empanada”.

 

 

Delfín Leguizamón es el hijo mayor de Cuchi. En diálogo con Desde el Origen, recordó a su padre: “Cada vez que se lo recuerda se redescubre una partecita de él. De su música, poesía y vida. Siempre vuelve aparecer el Cuchi a pesar que nunca quiso ser famoso. El era feliz siendo popular. Las masas vienen con el empuje de las modas a cambio lo popular encaja en la cultura, en el acervo de la literatura del pueblo y en las diversas manifestaciones artísticas de Cuchi. Por eso fue tremendamente exitoso, magnífico y superior“.

“Cuchi le dio identidad cultural al pueblo. Horizonte de patria a una nación. Cuchi tenía una música que nunca fue sencilla pero siempre fue popular”

Alguna vez, Cuchi Leguizamón declaró que al país lo atrasan aquellos “que atacan la cultura para hacernos perder indentidad“. Con la distancia que brinda el tiempo, Delfín analizó los parámetros de cultura popular que tenía su padre: “Cuchi diría que la verdadera revolución es cultural. Esa frase se la afanó al Mono Villegas, quién tenía la propuesta de cambiar el Himno Nacional Argentino en la estrofa que dice “Al gran pueblo Argentino, salud” y decir: “Al gran pueblo argentino, piano...”. Tenía esa idea de la cultura. Una verdadera revolución posible. Tenía su Vidala para mi pueblo pobre porque decía que todos los pueblos del mundo son pobres.

“La sabiduría que tuvo el Cuchi en su pulso en su  mano izquierda para encontrar el acento al guijarro, al despeñe. al caminar del cerro. Cuando uno escucha el piano del Cuchi ve a la gente bajando del cerro a paso lento”

Delfín Leguizamón siguió desgranando sus amados recuerdos del padre: “Cuchi fue un gran observador. Por eso hizo un caruyo llamado Ñaupa Manta que esta compuesto, ritmicamente, con el mismo andar de la llama y acelera su paso y relenta su paso para poder andar mucho tiempo arriba del cerro. En muchas composiciones, Cuchi trató de imitar el andar de la llama y el hombre de la Puna”.

Con dolor y melancolía, Delfín Leguizamón deslizó la falta de apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia de Salta a los homenajes realizados a la figura de su padre por los veinte años de su muerte:  “Hay que recuperar la urdiembre de la cultura. Cultura de Nación hizo un comentario por el nacimiento de Cuchi y no lo hizo la provincia de Salta. Hay un grupo de artistas que están pidiendo una ley para promocionar la cultura que por supuesto los senadores no terminan de sacarla porque están enroscados en la mercancia ya que no les interesa la cultura

“Yo tengo fe que Alberto logre esta ley. Después del período siniestro vivido por el pueblo durante el gobierno de Mauricio Macri es necesario que tengamos otro destino y que no vuelva a suceder la locura anterior”, afirmó el hijo de Cuchi Leguizamón en Radio Gráfica.

Delfín Leguizamón recordó la infinita tristeza que le produjo a su padre la muerte de Manuel J. Castilla: “Aun recuerdo la foto que salió en El Tribuno donde está el Cuchi sentado al lado del ataúd de Manuel. Una foto que refleja una tristeza inmensa porque había fallecido su compañero. Más que su compinche, su cómplice de como mirar, leer, escribir y plasmar obras de arte que hicieron juntos. Fue un golpe durísimo para Cuchi pero la vida siguió y compartió su música con otros autores”.

Finalmente, Delfín Leguizamón deslizó una historia maravillosa: “Diez años después de la muerte del Barba, golpea la puerta de casa la mujer de Manuel Castilla. Estábamos en familia. Le abro la puerta y me dice ´Cuchito, mirá lo que pasó. Encontré detrás del forro del ropero esta letra de Manuel´. Era un poema de Castilla y al leerlo veo que es un poema entero para una zamba. La Catu Castilla me mira y me dice: ´Quien más que vos puede componer una zamba junto a Manuel. Fue así que diez años después de la muerte de Cuchi volví a componer junto a Castilla, poniéndole música a la zamba Borrachito de noche:

“Cuidado con el borrachito/ no lo valla a tropezar/ él va a llegar despacito/a donde quiera llegar ….

Cuchi Leguizamón fue un gran cocinero. Así lo certifica su hijo Delfín: “Le gustaba hacer comidas criollas, una ropa vieja con los restos del asado. En una olla ponía mucha cebollita, pimientos laurel, ajo, papa, batata y zapallo, le ponía mucho amor al picante. También hacía carbonada y le encantaba hacer el fangocho  que es maíz blanco pisado con charqui. Le salía increíble al igual que el locro ponzudo”

-Delfín, ¿Si hoy el Cuchi se te apareciera que le pedirías que te cocine?

-No… Si pudiera reencontrarme con el Cuchi no le pediría que cocine nada. Lo pongo a tocar el piano y le digo: “Tata sentate y tocá la zamba de Balderrama. Yo lo acompaño con la guitarra, mi novia Laila Straimel canta, mi hijo Manuel la toca en el saxo y mi hija Ema pinta un cuadro  sobre seda. No lo pondría a cocinar nos pondríamos hacer música”

Gustavo Cuchi Leguizamón falleció el 27 de septiembre de 2000. A dos días de cumplir 83 años de edad.

Por Héctor Minutillo, Conductor de Desde el Origen (Miércoles, de 22 a 00, por Radio Gráfica FM 89.3)

Fuente: Radio Gráfica