Foto: INAI
  • Durante 2020, en la provincia del norte argentino murieron 8 niños, de los cuales 6 eran de este pueblo originario.
  • En las áreas de Salta donde habitan, la tasa de mortalidad infantil está por encima del promedio provincial -que se ubica entre los peores del país-.
  • En otros indicadores, como hacinamiento o analfabetismo, en Salta se registran peores cifras en los hogares aborígenes que en los no aborígenes.

El pasado 28 de enero último, el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, declaró la emergencia sociosanitaria en los departamentos de Orán, Rivadavia y San Martín, luego de que se registrara el fallecimiento de 8 niños, 6 de ellos de la comunidad wichi, por desnutrición y deshidratación. “Lo que ocurre no es una novedad, ahora está en la agenda pública”, señaló a Chequeado Camila Liberal, presidenta de la Fundación Deuda Interna, una organización que trabaja junto a los pueblos originarios de la Argentina.

Los datos muestran que Salta se ubica por debajo del promedio nacional en el índice de desarrollo humano (índice que se obtiene promediando 3 datos: la esperanza de vida al nacer, los años de educación promedio y el PBI per cápita) pero además con récord de necesidades básicas insatisfechas, como la ausencia de cloacas, el hacinamiento y el bajo nivel educativo del jefe del hogar, entre otras. Estas situaciones empeoran a la hora de analizar cómo viven las poblaciones aborígenes, en este caso los wichis, que habitan el suelo salteño.

Los wichis y la mortalidad infantil

Según el anuario 2018 de la Dirección General de Estadísticas de Salta, la provincia registra varios años de mejora en su tasa de mortalidad infantil, ratio que mide las muertes de bebés menores a un año cada mil nacidos vivos. A punto tal que en 2018 (último año con datos oficiales disponibles) la tasa llegó a 9,6 muertes, el número más bajo de la serie provincial y nacional (ver acá).

Sin embargo, este promedio esconde las diferencias que existen hacia dentro de la provincia. Los datos oficiales muestran que en las áreas donde murieron los niños -Santa Victoria Este, Tartagal, Rivadavia y El Quebrachal- la tasa de mortalidad infantil está por encima del promedio provincial. Esta base de datos fue realizada por Chequeado con información de la Dirección de Estadísticas y el mapa de pueblos originarios elaborado por Registro Nacional de Comunidades Indígenas, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos nacional.

Estos datos son altamente sensibles al cambio por azar debido a la poca cantidad de casos con los que se calculan estas tasas, pero es un patrón que se ajusta a lo que cabría esperar”, sostuvo en diálogo con Chequeado Jorge Paz, director del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE) de la Universidad Nacional de Salta (UNSa).

En este sentido, si se tienen en cuenta las 17 áreas operativas donde está presente la comunidad wichi, el promedio de la tasa de mortalidad infantil es de 11,5 muertes cada mil nacidos vivos, nuevamente un porcentaje superior al total provincial (que ya es uno de los más altos del país, según un informe de Unicef Argentina).

Las causas principales de la muerte de los 6 niños wichis fueron desnutrición, deshidratación y “shock séptico con punto de partida gastrointestinal”, según lo informado por el Ministerio de Salud provincial.

Discriminación aborigen en el norte

La mortalidad infantil no es el único indicador donde se observan mayores cifras en la población aborigen. Un trabajo de 2016 de la Universidad de Salta, realizado por Paz y la investigadora Carolina Piselli y titulado “Desarrollo Humano en la Argentina y en Salta”, señala que “los pueblos aborígenes son los más pobres en las áreas más pobres”.

Con respecto a las condiciones de hacinamiento y el analfabetismo, “se observa que en el grupo de 4 provincias (Formosa, Chaco, Salta y Misiones) donde la brecha resultaba alta en 2001 mejoraron los distintos indicadores, pero se ha conservado el handicap en contra de la población indígena”, dice el estudio. En Salta, por ejemplo, el porcentaje de hogares aborígenes hacinados supera el 20%, mientras que en los hogares no aborígenes no alcanza el 10%. En el caso del analfabetismo, en el primer caso llega casi al 10% mientras que en el segundo está por debajo del 5%.

“Otros índices no incluidos aquí, por ejemplo hogares en vivienda inconveniente, población con cobertura de salud y percepción de un beneficio previsional en edades avanzadas, abonan una hipótesis en la misma dirección”, concluyen Paz y Piselli.

El factor más importante es que no tienen acceso al agua potable, un recurso que el Estado debería garantizar. Quizás, en el resto de las poblaciones existen las posibilidades económicas para poder realizar sus propios pozos de agua”, señaló a este medio Liberal.

Y, además, agregó: “Los wichis tienen una relación fundamental con el monte. En todas las entrevistas que realicé la frase más escuchada fue ‘sin monte no tenemos vida’. El monte para ellos es su fuente de trabajo, de comida. Al avanzar la propiedad privada en el monte, los wichis tienen una restricción al acceso”.

Fuente: Chequeado.com