A la fecha se han documentado 3,400 bloques con arte rupestre que, en su mayoría, representan camélidos, escenas de caravaneo y pastoreo; los avances de esta iniciativa fueron compartidos en el IV Coloquio Virtual Boca de Potrerillos, organizado por el Centro INAH Nuevo León.
En 2019, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) emprendió junto con especialistas argentinos un proyecto de investigación sistemático e integral dedicado al arte rupestre distribuido en las elevaciones que rodean al centro urbano arqueológico Tastil, en el noroeste de Argentina.
Los avances de esta iniciativa, promovida por la Dirección de Patrimonio de la Provincia de Salta, con apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y otras instancias del país sudamericano, fueron compartidos en el IV Coloquio Virtual Boca de Potrerillos, espacio que el Centro INAH Nuevo León dedica a la divulgación de estudios sobre este tipo de manifestaciones culturales.
El arqueólogo del INAH, Luis Alberto Martos López, y su colega de la Universidad de Buenos Aires, Bernardo Cornejo Maltz, señalaron que el proyecto Arte Rupestre Tastil pretende ahondar en la gran cantidad de petroglifos dispersos en las cimas de, al menos, 11 cerros –todos ellos por encima de los 3,200 metros sobre el nivel del mar- conectados con el antiguo asentamiento urbano que se extiende en 17 hectáreas.
Quienes imprimieron estos motivos gráficos convirtieron la zona en un importante centro comercial y ceremonial, cuya vida giraba alrededor del tráfico de caravanas de animales de carga, principalmente llamas, inclusive en periodos preincas (600 a.C. /1000-1450 d.C.).
Asimismo, mantuvo interacciones por casi un siglo, de 1450 a 1535 d.C., con el Estado incaico, cuando experimentó un proceso de desarticulación socioespacial; de ahí que Tastil es un enclave importante del sistema vial andino del Qhapaq Ñan, declarado Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
De acuerdo con los especialistas, los objetivos del proyecto son documentar la totalidad de petroglifos de las 11 áreas; indagar las relaciones espaciales, temporales, visuales, sonoras y temáticas; así como definir los procesos de deterioro que actúan sobre el arte rupestre.
Hasta el momento, el registro puntual se ha llevado a cabo en las áreas conocidas como Corral Negro, El Duraznito y Los Canchones, restando las nombradas: Abra Romero, Cerro del Medio, Loma Negra, Aguadita, Cortaderas, La Covacha, El Bordo y Cerro El Negro.
El equipo, en el que además colaboran arqueólogos y artistas plásticos adscritos a las universidades nacionales de Salta y de Córdoba (Argentina), a la Universidad de Sevilla (España) y a la Fundación Grupo El Abra, e integrantes del Museo de Sitio Tastil, prevé extender sus acciones cinco años más.
Cornejo Maltz abundó que, en el último año y medio, se han documentado exhaustivamente, en fichas diseñadas exprofeso, con dibujos técnicos, fotografías e imágenes aéreas, 3,400 bloques con petroglifos, muchos de ellos con representaciones de camélidos, escenas de caravaneo y pastoreo, en las que también aparece el llama camayoc o cuidador de llamas.
“Estamos en la fase inicial del proceso de registro, pues no contamos aún con estadísticas puntuales sobre las técnicas y estilos usados en los diseños, algunos más esquemáticos y otros más naturalistas; la cantidad y la tipología de figuras que se concentran en cada uno de los bloques”, detalló a su vez Martos López.
No obstante, “salta a la vista su alusión a la sociedad pastoril que dio vida a Tastil en tiempos prehispánicos, aunque también hay escenas de caza y motivos mascariformes que se representan llorando, en petición de lluvia”, finalizó el arqueólogo del INAH.
Fuente: El Economista de México