Compartimos la columna de la periodista Natalia Nieto emitida en el programa Compartiendo su Mañana por Aries FM.

¿Qué tendrá que ver el Mes de la Memoria con la deuda externa? Pues, muchísimo.

El jueves  se conmemorará el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia para recordar a las víctimas de la última dictadura militar, que comenzó el 24 de marzo de 1976 con el golpe de Estado que depuso al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Y el viernes 25, el FMI decidirá sobre la propuesta argentina de acuerdo para el pago de la deuda de poco más de 44.000 millones de dólares, cifra que se acerca a los 45 mil millones que dejó la Dictadura. Un circulo pernicioso del que parece, no salimos más.

Es que la actualidad no puede estar ajena a los antecedentes financieros del país, donde la mayoría de la dirigencia se empeña en analizar el endeudamiento como un hecho aislado. Como se sabe, el Fondo Monetario Internacional anunció un aplazamiento de los próximos pagos que debía hacer Argentina y reunirá a su directorio ejecutivo este viernes 25, aunque ya dijo que su aprobación en el Senado fue «una señal importante».  El acuerdo sobre la deuda de 45.000 millones de dólares que el país mantiene con el FMI y que fue votado el jueves pasado, debe ser aprobado por el directorio del FMI, que ya dijo a través de su portavoz Gerry Rice que «la aprobación legislativa es una señal importante de que Argentina está comprometida con políticas que fomentarán un crecimiento más sostenible e inclusivo». No olvidemos que las obligaciones de pago que vencían ayer, lunes 21 y este martes 22 (por un monto total de 2.014 millones de Derechos Especiales de Giro, DEG) quedaron aplazadas hasta el 31 de marzo.

Con ese aval definitivo, el Gobierno argentino podrá refinanciar el millonario crédito concedido al país en 2018, firmado durante el Gobierno de Mauricio Macri y que en un principio se elevaba a unos 56.000 millones de dólares pero de los que finalmente se desembolsaron poco más de 44.000.

Este círculo pernicioso encontró su despegue más fuerte en 1976, porque el período que fue hasta 1983, inauguró el primero de los dos grandes ciclos de endeudamiento del último medio siglo. Las políticas económicas de la última dictadura, aplicadas primero por José Alfredo Martínez de Hoz y luego por Lorenzo Sigaut, dejaron secuelas que todavía no desaparecen y vinieron condicionando las políticas económicas durante las últimas décadas.

Según el Museo de la Deuda Externa  a principios de 1976 se congelaron los salarios, se eliminaron los sistemas de control de precios y se incrementó el tipo de cambio, lo que produjo un rápido deterioro del 30% del salario real de las clases trabajadoras. A su vez, se sancionó una nueva ley de entidades financieras que permitía la libre movilidad de los capitales; se abrió la economía y se bajaron aranceles, con el pretexto de controlar la inflación. (Oh, maldita inflación que siempre está en nuestras vidas!). Y, los sectores que disponían del acceso al crédito internacional se volcaron por la “bicicleta financiera” en detrimento de la inversión productiva. Esa “bicicleta” consistía en obtener dólares a una baja tasa de interés en el mercado internacional, colocarlos en el mercado interno con un diferencial de tasas de interés – en relación a la tasa internacional -, reconvertir dichos créditos nuevamente a dólares y retirarlos del país.

Hacia fines de la dictadura, el 17 de noviembre de 1982, se llevó a cabo la estatización de la deuda de grandes grupos empresarios privados. La deuda estatizada ascendía a USD 14.5 mil millones. Y la mayoría de los préstamos contraídos por las empresas privadas que generaron dicho monto, se trataban de meras registraciones contables entre las casas matrices y las sucursales radicadas en Argentina, es decir, auto-préstamos y maniobras fraudulentas.

Al finalizar la dictadura, la deuda había aumentado casi un 449%, porque había pasado de 8,2 mil millones en 1976, a 45 mil millones en 1983. Con justicia, Raúl Alfonsín podría haberse quejado de la pesada herencia. Es decir, la deuda pública creció 5,5 veces durante la dictadura y fue el crecimiento más elevado en la historia que tuvo la deuda en un período tan breve de tiempo.

Parece que los gobiernos de facto gustan mucho de endeudar a nuestro país, porque buceando en la web del Museo de la Deuda Externa (que pertenece a la Universidad Nacional de Buenos Aires), la efemérides nos llevó a septiembre de 1930, cuando tuvo lugar el primer golpe de Estado en la Argentina moderna y el presidente Hipólito Yrigoyen fue derrocado por el salteño José Félix Uriburu. Esa dictadura marcó un quiebre en la tendencia económica argentina y puso fin al ciclo de desendeudamiento, inaugurado en 1916.

Lo demás, es una enorme bola de nieve que cada tanto nos asfixia, porque claramente, cuando el Estado debe “acordar” –un bonito eufemismo que puede utilizarse en distintas ocasiones-, “refinanciar” o pagar las deudas, el hilo siempre se corta por lo más fino: con ajustes, flexibilización laboral y seguro, otra vez, quebrando a los jubilados.

«Escucho ideas que plantean que hacer frente a las obligaciones que la Argentina tomó va a significar ajustes. ¿Dónde están los ajustes?”, cuestionó el presidente Alberto Fernández la semana pasada en Salta. Está claro que la deuda externa impacta en la posterior falta de dólares, el consecuente debilitamiento estructural de la economía y el achicamiento de las reservas del Banco Central, que suele traducirse en volatilidad cambiaria, ciclos inflacionarios y aumento de la pobreza.

El eufemístico “Proceso de Reorganización Nacional” representó graves consecuencias económicas, sociales y políticas para el país, y aumentó la pobreza que entonces, alcanzó a un tercio de la población. Que se discuta sobre ello, tal vez consiga un mayor compromiso activo en la defensa de la vigencia de los derechos y garantías establecidos en la Constitución Nacional y de la democracia.

Porque sí: la deuda externa tiene que ver con el Mes de la Memoria y mirar al costado, es negar que la Dictadura además de matar, torturar y silenciar a miles, condicionó el futuro de millones.