El Presidente dejó en claro a los mandatarios provinciales que debe haber un consenso parlamentario para que se suspendan las primarias. En paralelo, asume que ese acuerdo es dificultoso y que tiene a un sector del Frente de Todos y a Juntos por el Cambio encolumnados bajo un mismo objetivo
El argumento que presentan es el enorme gasto económico que implica la logística electoral, en un contexto de profunda crisis económica, y la necesidad de evitar aglomeraciones y circulación masiva de gente en el momento de la votación para no dificultar el escenario sanitario.
En los primeros días de diciembre el pedido fue de 21 gobernadores sobre los 24 que tiene la Argentina. Esta semana el reclamo lo hicieron los que gobiernan en el Norte. Diez mandatarios, del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, realizaron una solicitud conjunta. Los que pusieron la cara fueron Raúl Jalil (Catamarca), Jorge Capitanich (Chaco), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja) Juan Manzur (Tucumán), Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdés (Corrientes). También estuvieron los vicegobernadores Carlos Arce (Misiones), José Neder (Santiago del Estero) y Florencia López (La Rioja).
Los que estuvieron presentes no son los únicos que están a favor de suspender las PASO. Gustavo Sáenz (Salta) no solo se manifestó a favor, sino que fue el primero en suspender las primarias en su provincia. Apenas empezó noviembre Sergio Uñac (San Juan) pidió que se evalúe la suspensión. A ellos se suman Omar Perotti (Santa Fe), Juan Schiaretti (Córdoba), Gustavo Melella (Tierra del Fuego), Oscar Herrera Ahuad (Misiones), Sergio Ziliotto (La Pampa) y Omar Gutiérrez (Neuquén).
El consenso es mayoritario, pero no total. Al acuerdo le faltan piezas claves. Axel Kicillof (Buenos Aires) y Horacio Rodríguez Larreta (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) no se sumaron al pedido. Entre ambos distritos juntan más del 40% del padrón electoral. Sin ellos, suspender las PASO no tendría un impacto marcado.
Si quisiera suspenderlas, debería contar con la aprobación de la Legislatura bonaerense. El proyecto pasaría por Diputados sin problemas, pero se estancaría en el Senado, donde la oposición es mayoría.
Rodríguez Larreta ya manifestó su decisión de que las PASO se lleven adelante con total normalidad. Además, sería un contrasentido que habilite las clases, con el movimiento urbano que conlleva, y se manifieste en contra de las primarias. El jefe de Gobierno porteño es el líder más sobresaliente de la oposición y en la mayoría del espacio no quieren que las elecciones se suspendan. La cuenta tiene un resultado simple. No puede ir en contra de la corriente.
En la Cámara alta llegar al consenso es más sencillo porque las provincias tienen más peso. Son dos representantes del oficialismo provincial y uno de la oposición. En la Cámara de Diputados la situación es más compleja. Hay 70 diputados que representan al territorio bonaerense, de los cuales 36 son del Frente de Todos. Sin la oposición, que votaría mayoritariamente en contra de la suspensión, los votos de ellos son clave para poder sacar la ley.
La negociación será transversal. Provincia por provincia. No se puede negociar en bloque. En Juntos por el Cambio hay distintas posturas. Morales y Valdés quieren suspenderlas. Rodolfo Suárez (Mendoza) le dijo a sus colegas hace poco tiempo que su intención era bajarlas, pero su sociedad con Alfredo Cornejo, ex gobernador y figura destacada del ala dura de la oposición, lo obligó a tener una postura menos definida: donde haya competencia que se hagan las PASO, donde no haya, que se suspendan.
Los gobernadores están plantados en una postura que consensuaron y que tiene un trasfondo de intereses políticos. Se diferenciaron, una vez más, del objetivo político del kirchnerismo, socio mayoritario dentro de la coalición. Los oficialistas tuvieron el respaldo de los opositores. No hay grieta en el pedido de suspensión de las primarias.
Los gobernadores, oficialismos provinciales, no quieren que el kirchnerismo intente marcarles la cancha en sus provincias. Especialmente La Cámpora, la agrupación ultra K que viene ganando lugares en todos los escalones del Estado y que quiere crecer en volumen territorial camino al 2023.
Los mandatarios quieren reducir los gastos y asegurarse el poder total en la conformación de las listas. Pero ellos son solo una parte de la coalición. El sector K busca posicionar a sus candidatos. Es una decisión política lógica desde la óptica camporista. Crecer es sinónimo de poder.
En la reunión que se hizo en Olivos, Alberto Fernández habilitó a los mandatarios para avanzar con la iniciativa. Una semana después el diputado nacional Pablo Yeldlin, mano derecha del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, presentó un proyecto de ley para suspender las PASO que llevó la firma de legisladores de 15 provincias. La intención de los mandatarios era emitir un comunicado conjunto que expusiera el consenso, pero la publicación nunca llegó.
En el transcurso de enero los gobernadores esperaban un guiño del Presidente. Querían que lo sumara al temario de las sesiones extraordinarias que comenzaron el 4 de enero y finalizan el 28 de febrero. Sin respuestas hasta el último miércoles, volvieron a planteárselo cara a cara. Dos días después tuvieron la respuesta. El Jefe de Estado incluyó en el temario que el Congreso debe tratar durante las sesiones extraordinarias el proyecto para suspender las PASO.
La inclusión del proyecto fue un mensaje en sí mismo. Fernández volvió a avalar la voluntad política de los gobernadores, pero el camino es largo y hace falta un consenso grande para concretar la suspensión. El Presidente se los encargó a los mandatarios provinciales y se desligó de la posibilidad de encabezar las negociaciones para construir un acuerdo entre los gobernadores y el kirchnerismo.
Alberto Fernández está dispuesto a habilitar la suspensión de las PASO, pero tiene una condición: quiere que los gobernadores le garanticen los votos para que sea aprobada. De antemano sabe que la mayor parte del kirchnerismo no respaldará el proyecto y que los legisladores de Buenos Aires no acompañarían sin un acuerdo previo en el que Kicillof acepte bajar las elecciones nacionales, sabiendo que deberá llevar adelante los comicios provinciales por el límite interno de la oposición.
Entonces, son los propios mandatarios los que tienen que hacer los números finos para saber si tienen el suficiente poder en el Parlamento para lograr la suspensión. En la reunión que tuvieron en Chilecito, el jefe de Estado ya les anticipó que debe existir consenso en el Congreso para que la ley avance. A priori, ese consenso no es posible. Los números no están. Se necesita un acuerdo político que incluya a Buenos Aires.
Hay dos teorías que tienen los gobernadores y que los llevan a pedir la suspensión de las PASO, más allá del gasto y la situación sanitaria. Consideran que si no hay primarias, los comicios son más fragmentados por las fuerzas que participan y se evita la polarización extrema que, en definitiva, puede perjudicar a los oficialismos provinciales. En caso contrario, las PASO sirven como una encuesta que, según los resultados, puede terminar modificando el resultado electoral de las generales.
La otra idea que gira entre los mandatarios es que con las PASO les facilitan el armado electoral a los opositores. Las primarias les permiten a la oposición ordenarse y llegar con un solo candidato a la general. Entonces, otra vez entra en juego la polarización. Todos los votos en contra de los oficialismos pueden aglutinarse detrás de la oposición. Si no hay PASO, aumenta la dificultad para los arreglos internos en la vereda opositora y existe la posibilidad de que se fragmenten y se presente más de un candidato.
Fernández tiene en claro el escenario en su cabeza y se mueve en consecuencia. También juega su partido, como lo hacen los gobernadores y el kirchnerismo. Él no se pondrá a la cabeza de las negociaciones. Lo dijo sabiendo que el acuerdo es extremadamente difícil y que los números no están. Les dio el aval político sabiendo de antemano que la negociación es una maraña de intereses difíciles de desatar.
Con esa decisión queda bien con los gobernadores, porque los respalda para avanzar con la iniciativa, y también evita un conflicto con Máximo Kirchner, quien pretende que su espacio político gane poder más allá de las fronteras bonaerenses. Como ha hecho hasta ahora, el Presidente apuesta al equilibrio interno, pero los perdedores acumulan deudas en la memoria y, a futuro, pueden pasar facturas.
Los gobernadores son el albertismo sin etiqueta. El colchón donde se apoya Fernández para sobrevivir en la compleja relación interna que tiene con Cristina Kirchner. Si no busca un acuerdo que salde las necesidades de la mayoría de los mandatarios del país, quedará en deuda. Justo en un año electoral, donde el kirchnerismo busca crecer dentro del aparato estatal y ganar aún más volumen dentro del Frente de Todos.
Dentro de la coalición de gobierno hay dos sectores mayoritarios: los gobernadores del PJ y el kirchnerismo. Uno de los dos perderá la pulseada. Fernández debe decidir qué rol toma en esa disputa, más allá de su voluntad de equilibrar las voluntades y los intereses. Su decisión, pragmática, oculta o expuesta, terminará inclinando la balanza. Al menos, eso es lo que esperan los gobernadores del Presidente que respaldaron para llegar a la Casa Rosada, después de darle vuelta la cara a Cristina Kirchner durante tres años.
Fuente: Infobae