En tanto, su padre fue encontrado sin vida luego de haber sido arrojado al Río de La Plata en uno de los «vuelos de la muerte».
La legisladora hizo hincapié en que fue gracias al trabajo de los organismos de derechos humanos y de la Justicia que pudo «pasar de sentir la vergüenza de ser hija de subversivos» a sentirse «orgullosa de ser hija de compañeras y compañeros» militantes.
«Estoy agradecida a la ciencia, a las Abuelas, al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Si no me hubieran dado el cuerpo de mi papá (biológico), hoy seguiría sosteniendo algunas de las justificaciones de mi apropiador», detalló.
Sin embargo, Victoria también reconoció la complejidad de los vínculos, tanto con la familia que la apropió como con sus parientes biológicos, y aseguró que resultó «difícil» aceptar su verdadera identidad.
«La lógica te dice que ‘mi apropiador asesinó a mis padres y a un montón de gente, lo identificás y se acaba’, pero las personas no funcionamos así. Si no, las personas identificarían la violencia y listo. Pero, no. Los vínculos y los sentimientos son más complejos», expresó.
En 1984, Abuelas recibió información que indicaba que el general Tetzlaff podría ser apropiador de una hija de desparecidos, y cuatro años después se efectuó una denuncia judicial al respecto.
«Di sangre como un trámite administrativo porque para mí, todo era mentira. No existían los desaparecidos. Había un banco mentiroso que habían creado las Abuelas y cada tanto había que rendir cuentas. Sentía que era todo un gran circo. Fui y di sangre, pensando que todo era mentira», recordó en relación al momento en el que el Banco Nacional de Datos Genéticos, en julio de 2000, la identificó como hija de Hilda Torres y Roque Montenegro.
A sus 25 años, María Sol Tetzlaff Duarte comenzaba a transitar el encuentro con su historia de vida, una que, al principio, «no quería conocer».
«Lloraba porque mi papá (el apropiador) había combatido la subversión, y yo tenía la subversión en la sangre. Estaba sucia y pensaba que la familia que me había criado no me iba a querer más», explicó.
La nieta recuperada número 95 recordó cómo fue el primer encuentro que tuvo con parte de su familia biológica, en el contexto de reconocimiento que llevó adelante la Justicia junto a Abuelas.
«El mejor y peor error que cometí siendo María Sol fue darme cuenta que cuando hice el contacto visual con parte de mis familiares biológicos me di cuanta que era igual a todas mis tías», evocó.
Durante aquel tiempo, la legisladora recalcó la importancia que tuvo su marido Gustavo, quien fue «un compañero incondicional» que se encargaba de «humanizar» toda esa historia.
«Gustavo me decía: ‘¿Y si tenés hermanas, tíos?’ Yo necesitaba que no hubiera humanidad en eso», retrató Montenegro en relación al rechazo que le producía lidiar con su nueva identidad.
Sin embargo, reconoció que mientras más se acercaba a su «verdadera familia» más se «horrorizaba» cuando conocía el verdadero rostro de papá adoptivo.
En ese sentido, afirmó que la primera vez que viajó a ver a su familia biológica en la provincia de Salta se sintió «como en casa».
«Por más que iba mentalizada en cumplir ‘un trámite en un lugar donde me sentía una extraña’, había algo en esas visitas que no puedo definir con palabras», indicó,
Victoria resaltó haber construido «un vínculo hermoso con mis tías y mis primas», quienes «están cerca» pese a encontrarse «a más de 2.000 kilómetros» de la Ciudad de Buenos Aires, donde vive y milita políticamente.
Para la legisladora, la existencia de un «Estado presente» que «se hizo cargo de su historia» fue lo que le «permitió» poder acercarse a su identidad.
«No hace falta ser hijo de desaparecidos para entender que esa historia no puede pasar nunca más», concluyó.
Fuente: Ámbito