Compartimos la columna de la periodista Natalia Nieto emitida en el programa Compartiendo su Mañana por Aries FM.

El 10 de octubre fue el Día de la salud Mental y hoy, es el Día del Psicólogo en Argentina, el “país del psicoanálisis”. El contexto actual confirma que la pandemia incrementó la ansiedad, el insomnio y las adicciones. Y que deberían caerse los prejuicios y requerir asistencia de profesionales, cada vez que se considere necesario.

El aislamiento y la situación socioeconómica generados por la pandemia, así como la incertidumbre frente lo que podía suceder con el coronavirus, generaron un aumento en la cantidad y gravedad de sufrimientos psíquicos y síntomas como insomnio, ansiedad y adicciones.

«La situación de pandemia produjo un aumento del sufrimiento mental y sintomatología como consecuencia de la alteración de la vida cotidiana, la presencia de la muerte, las pérdidas, que requirieron un esfuerzo adaptativo muy importante de las personas que se enfrentaron a muchos duelos; no sólo por muertes, sino también por proyectos que no pudieron realizarse o pérdidas de trabajo», dice Alicia Stolkiner, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Y destaca que «la aparición de cuadros y síntomas no se reduce a lo tradicionalmente definido como psíquico, como ansiedad o insomnio, sino que también aumentó por ejemplo el bruxismo como consecuencia de la tensión al dormir o enfermedades de la piel o autoinmunes, de origen psicosomático».

En caso de pacientes que ya tenían patologías psiquiátricas, muchos no tuvieron acceso a consultas, controles y tratamientos como sucedió con otras patologías, por lo cual tuvieron un agravamiento de sus cuadros. El médico psiquiatra Patricio Rey coincide en que «la salud mental de la población ha empeorado” Y dice que «a nivel mundial se incrementó la patología mental en adolescentes, sobre todo trastornos de ansiedad, adicciones, aumento de autolesiones, idea suicida y actos suicidas».

Unicef acaba de presentar el informe «Estado Mundial de la Infancia 2021», en el que señaló que 1 de cada 5 jóvenes de entre 15 y 24 años se siente deprimido o tiene poco interés en realizar algún tipo de actividad. En Argentina, un aumento considerable fue reportado por la Sociedad Argentina de Pediatría. Las personas mayores también fueron afectadas «sobre todo por la pérdida de la socialización y el sedentarismo». En cambio, las personas de 18 a 65 años se vieron más afectadas frente a situaciones de inestabilidad laboral y pérdida de seres queridos.

«Lo que queda en la población en líneas generales es un cuadro de estrés post traumático crónico porque sigue estando la pandemia y su riesgo latente, siguen existiendo problemáticas socioeconómicas y en aquellos recuperados que tienen que volver a su vida habitual se observa ansiedad, estrés y dificultades a la hora de enfrentar la nueva vida post pandemia», describió el especialista del Clínicas.

Y asegura que «si bien no podemos saber qué secuelas quedan en la población a largo plazo, en promedio un tratamiento de salud mental tanto psicoterapéutico como psicofarmacológico puede durar entre 2 y 4 años».

Entre los cuadros que más se observan, aumentaron los trastornos por ansiedad; hay más casos de adicciones, en especial el alcoholismo, tabaquismo, cannabis, cocaína y drogas en general

La depresión, ansiedad y adicciones ya eran un problema mundial antes de la pandemia por Covid-19 y se estima que en el mundo hay 500 millones de personas que padecen alguna de estas afecciones.

Lo bueno de lo malo, es que Argentina es un país en el que a pesar de la pobreza de políticas de salud mental, pero tiene una enorme presencia de psicólogos y psicólogas. Cuenta Andrés Rascovsky, expresidente de la Asociación Psicoanalítica, cómo desde la década del 30, el psicoanálisis representó también una rebelión frente a estrategias conservadoras, porque denunció el maltrato padecido en la infancia, la mortificación que padecía el psicótico en los establecimientos mentales y esclareció en forma creciente la dimensión de los conflictos ocultos en la familia, en la educación o en la cultura cotidiana. Y destaca que en la coraza imperante por la represión cultural, el psicoanálisis abrió un sendero de reflexiones que demolían las convenciones cotidianas, confrontando las ideas religiosas, el sometimiento social, cuestionando los rituales sociales, la represión cultural y brindando una esperanza creativa sobre el desarrollo humano, construyendo una ética de la libertad.

La creciente extensión de las nociones sobre lo inconsciente, la trascendencia de la historia infantil, la sexualidad, el mundo intrapsíquico, el conflicto edípico, la dimensión de la fantasía inconsciente y muchos logros terapéuticos conmovieron la espiritualidad y extendieron las nociones del conflicto psíquico y la riqueza potencial del hombre que se descubre a sí mismo.

Y agrega que “la pandemia que ha padecido nuestro país requirió y demostró la trascendencia y la necesidad de la tarea del psicólogo en una multitud de ámbitos que abarcan los lugares de trabajo, las instituciones educativas, el seno de la familia, la infancia y las angustias y trastornos subjetivos de la población más expuesta. La significación y el valor de la asistencia humana y su compromiso psíquico y emocional resultan indispensables e irremplazables en un mundo de hipertrofia tecnológica”.

La salud mental incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social. Afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos cuando enfrentamos la vida. También ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones. Así como el cuerpo debería estar saludable, debería estarlo la psiquis. Y deberían caerse los prejuicios, para que cualquier paciente, pueda pedir con libertad, la asistencia profesional que permita sobrellevar crisis y salir de ellas. Más aún: todos los servicios públicos de salud debieran contar con los profesionales de la salud mental, porque sin ella, aflorarán más situaciones de violencia y agresión. Y en Salta, especialmente, la violencia debería parar.