Un grupo de veinte mujeres kollas, «Las Warmis» de Nazareno, Salta, se juntaron para recuperar los tejidos ancestrales como una forma de construir memoria, organización política y futuro.
NAZARENO, SALTA, Argentina. A sus 52 años, Paulina Copa dice que no quiere vivir en otro lugar que en las alturas. Su casa queda en Abra Ciénega, a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar, en el departamento Santa Victoria. Queda a 7 kms de Nazareno y a 551 kilómetros de la ciudad de Salta.
Paulina se convirtió en mayo de 2022 en la primera mujer en ocupar el cargo de vice-coordinadora de la Organización de Comunidades Aborígenes de Nazareno (OCAN). Ella es, además y sobre todo, una tejedora. Forma parte de un grupo que se juntó a tejer como forma de acompañarse durante los primeros meses de pandemia.
Así se dieron cuenta que el tejido servía para hablar de otras cosas: como la política y el lugar que ocupan en la vida comunitaria. Allí también surgió la necesidad de impulsar un proyecto que las ayude a sostenerse económicamente. Así nació “Hilando saberes, tejiendo memoria: hacia el fortalecimiento del trabajo colectivo y la participación política de Las Warmis de Nazareno” o simplemente Las Warmis (mujer, en kolla), las tejedoras de Nazareno.
“La idea es recuperar el saber de los tejidos. Porque ancestralmente todos sabíamos, pero ahora todos nos vinimos más cerca del pueblo y no sabemos cómo es criar animales, cuidar”, dice Paulina. Recuerda que en su infancia todavía usaban mucha ropa tejida a mano pero que el ingreso masivo de prendas industriales, de menor calidad pero a precios accesibles, provocó que lentamente las prendas tejidas de fibras naturales comenzaran a ser desplazadas.
Formas de hilar
Antes de la llegada de los tejidos industriales, habitantes de Nazareno criaban sus ovejas, y llamas, sabían cuidarlas y esquilarlas. Para preparar la lana, que hay que lavarla y luego tisarla (separarla). Después se hila, se tiñe (si es que va teñida) y recién entonces queda lista para tejerla. Ese proceso fue siempre artesanal y ahora mismo muchas siguen hilando con pusca (huso). Paulina es una de ellas.
María Albarado, de 32 años, es maestra y también integra Las Warmis. Reside en el paraje Campo La Cruz, a unos 3 kilómetros de Nazareno. Proviene de una familia de tejedores: “Mi abuelo tejía en telares, mi papá también tejía, pero yo no había aprendido. Sí tejía a crochet, con dos agujas, pero en telar, no”.
Las Warmis tienen un telar y una máquina hiladora que llevan a las casas de sus integrantes, un traslado que no siempre es fácil porque hay que subir y bajar montañas.
Desde el tiempo en que sus antecesores tejían a la actualidad han cambiado algunas cosas. María confirmó los dichos de Paulina en cuanto a la pérdida de ciertas prácticas y de la pocas ovejas y llamas que tienen las familias.
Acompañar tejiendo
Con el tiempo, Las Warmis decidieron ampliar su propuesta y así surgió un taller de plantas medicinales. “Fue todo un trabajo en base a plantas nativas y al uso que le dan en la comunidad, sobre todo con una idea de recuperar los saberes, incluso también los nombres en quechua de las plantas, así que fue como un tiempo de recuperación de la memoria colectiva”, cuenta Emilia Villagra. Estas prácticas culturales no estaban perdidas “si no más bien silenciadas o limitadas dentro de las familias”.
Lo mismo sucede con el tejido en telar, no está perdido sino un poco escondido en lo doméstico. Se alterna el tejido de máquinas – el proyecto permitió comprar insumos- pero también el manual, ya que si bien lleva más tiempo, es algo que siempre se hizo.
Roles, violencias y redes solidarias
“Nos reunimos para hablar de nuestra vida personal”, dice Paulina sobre los encuentros de las tejedoras. Hablan de violencia de género, por ejemplo, de cómo es necesario ir cambiando eso.
María agrega que en los talleres conversan sobre las prácticas de las mujeres: “Reflexionamos de todas las tareas que realizamos, no solo las actividades domésticas”. Si alguna tiene un problema dialogamos sobre eso para poder salir adelante y ayudarnos entre nosotras”.
“Empezó siendo un proyecto de tejido, pero también siendo una puerta de entrada a recuperar saberes, a trabajar con la memoria y a darle sobre todo mucho valor al lugar de la mujer y desde distintos puntos, no solamente en base al trabajo del tejido en sí sino en los roles, en los lugares que ocupan en sus familias, en todo lo que ellas hacen para sostener la cotidianidad de esas familias”, dice Emilia Villagra, también integrante. Y agrega: “Si bien hacen un trabajo que si bien no está invisibilizado, porque las mujeres ocupan un lugar importante, es poco reconocido y que muchas veces las tiene como en entretelones, digamos, siendo que son las que están poniendo el cuerpo de distintas maneras”.
Sobre el surgimiento de la iniciativa, la antropóloga Paula Milana destacó que como la mayoría de Las Warmis “son dirigentes, han participado de las marchas y en distintas instancias de organización. Ellas pensaba de qué manera poder aportar en relación a como potenciar sus voces”. Con esa impronta presentaron el proyecto al Fondo de Mujeres del Sur.
Esa iniciativa funcionó y desde 2020 han podido comprar algunos telares e hilos y hacer distintas capacitaciones. Los talleres fueron amplios y para más de 40 mujeres. Se trató desde el rol político de las mujeres en las comunidades hasta la enseñanza de hilado y teñido. Para este segundo taller se convocó a mujeres de la comunidad Condorhuayra, del departamento La Caldera, cercano a la capital provincial.
El taller fue abierto a la comunidad en general y si bien la mayoría de las asistentes fueron mujeres, también hubo varones “porque la práctica del tejido históricamente ha sido una actividad masculina, tienen esa división del trabajo entre las mujeres que hilan y los varones que tejen en una gran parte de los casos”.
Con tres años de trabajo, ya hablan de la marca colectiva. “Buscamos darle forma al proyecto no sólo con la confección sino todo lo que implica venderlo, porque ahora “muchas venden sus tejidos, pero de manera muy informal, en ferias o entre ellas y por eso está la idea de fortalecer un espacio incluso de venta”, explicó Emilia Villagra.
Registros en podcast
Entre 15 y 20 mujeres integran Las Warmis. El número va variando porque siempre hay recambios. A veces la participación depende de las actividades. La realización de podcasts, despertó el interés de las más jóvenes.
Paula Milana destacó el podcast como una de las herramientas que les sirvió para sistematizar ese proceso. “A las mujeres les sirvió como una herramienta para compartir en distintas radios, por celular y demás. Íbamos compartiendo esos audios y revisando hasta que se armaba un podcast sobre una etapa de este proyecto”.
Llevan hechos tres podcasts, uno sobre el rol de las mujeres, en general y sobre lo que sucedió en la pandemia; otro sobre saberes de la medicina tradicional y el último sobre la lucha por el territorio de las mujeres.
Respirar la libertad
Las comunidades kollas que integran la OCAN, y otras del departamento Santa Victoria, llevan adelante, desde hace años, una lucha judicial por la entrega del título único de propiedad sobre un amplio territorio, que comprende parte de lo que antes era el extenso Marquesado de Yavi.
Las familias comuneras de esta región tienen corderos y vacas, aunque también hay criadores de llamas pero afrontan un alejamiento de la zona rural. Paulina Copa es una de las que resiste. “Me duele terminar porque me he criado con esto”, se explicó. “El campo me gusta más. Ahí se puede sembrar, andar con los animales, salir a los cerros y respirar la libertad”.
En 2010 Nazareno fue noticia porque sus habitantes rechazaron en un referéndum el modelo de turismo capitalista. Esa decisión fundamental, y las dificultades propias para llegar hasta él, mantienen al pueblo casi como antaño. Y sin embargo, las cosas van cambiando también aquí. A la propia comunidad de Paulina Copa, a la que antes se llegaba solo a pie o en burro, ya hay camino carretero. Y se habilitó una ruta que une al pueblo de Santa Victoria Oeste con Los Toldos, con lo que de a poco la histórica incomunicación va cediendo. Y si bien todavía “no llegan muchos, ya llegan turistas”, destaca la vice-coordinadora de la OCAN. Por eso también ven la oportunidad de vender sus tejidos.
Y el proyecto de tejido “es una puerta de entrada para mostrar otros modos de habitar los territorios y crear la política también”, opina Emilia Villagra. El cargo de Paula Copa como primera vice-coordinadora tiene mucho que ver con esto. “El proyecto de Las Warmis permitió recuperar el lugar de la mujer en un espacio político generalmente conducido por hombres”. Es una lucha que fue dando de a poco y que, gracias al tejido como manera de juntarse y organizarse, ya es una realidad.
Fuente: agenciapresentes.org