La falta de lluvias está provocando severas consecuencias al sector agroindustrial. El efecto del fenómeno climático, con un tercer verano consecutivo de sequía, impacta fuertemente en las pérdidas de los principales cultivos y, en consecuencia en las exportaciones y la recaudación fiscal.

La falta de lluvias en el país está generando severas complicaciones para los sectores productivos. La sequía que sufren la actividad agrícola y ganadera podría generar enormes pérdidas económicas a los productores y también al Estado.

Según el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), la crisis hídrica impacta principalmente en la Mesopotamia, la zona centro norte y el núcleo pampeano, las regiones más productivas del país. La ausencia de lluvias entre septiembre y diciembre, temporada clave para la siembra en la región implica, según los técnicos del instituto, un verdadero desastre.

“La sequía no solo afectó los cultivos invernales, además, ha impedido realizar una siembra segura de los cultivos de verano ya que, en la mayoría de los casos, el suelo sólo presenta unos pocos milímetros de agua en superficie sin recarga en profundidad”, explica Pablo Abbate, investigador y especialista en cultivos de invierno del INTA Balcarce a INTA Informa.

Como ejemplo, en la zona bonaerense de Balcarce, desde el primero de agosto al primero de noviembre de 2022 se acumularon menos de 100 milímetros de precipitaciones. Esta situación se registró sólo cuatro veces en los últimos 52 años.

Mientras tanto, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires en su último Panorama Agrícola Semanal (PAS) detalla que “el clima seco y las altas temperaturas continuaron condicionando el avance de las labores de implantación de soja”. Hacia el cierre de la temporada de siembra en el centro del área agrícola, unas 500 mil hectáreas quedaron fuera de la campaña actual (el área sembrada es de 16,2 millones de hectáreas) lo que implica que la siembra alcanzó al 89,1% de la estimación de superficie prevista por este organismo. Con esta reducción y el escenario actual, donde “un 56,1% del área implantada tiene una condición de cultivo entre regular y mala mientras que más de 6 de cada 10 hectáreas informa una condición hídrica regular/sequía”, la previsión actual de producción se ubica en 41 millones de toneladas (37 MTn estima la Bolsa de Comercio de Rosario, cuando la proyección era de 49 MTn en un escenario normal) del commodity estrella.

Estas previsiones de la Bolsa de Cereales porteña implicarían una caída de 2,3 millones de toneladas en la cosecha de soja respecto a la campaña 2021-22 con una reducción de 100 mil hectáreas del área sembrada en comparación con el mismo periodo.

La Niña

El origen de la drástica caída de lluvias en nuestro país es el fenómeno climático denominado La Niña que tuvo tres etapas consecutivas –los últimos tres años– sobre la región provocando períodos secos, el más agudo el del último semestre de 2022. Los pronósticos del INTA señalan que, a pesar de una alta probabilidad de lluvias inferiores a lo normal hasta en el verano inclusive, en el primer trimestre de 2023 comenzaría una “etapa de transición” hasta alcanzar “condiciones neutrales” y la normalización del régimen de lluvias en el Cono Sur.

Este es el primer episodio triple del siglo de “La Niña” al abarcar tres veranos consecutivos del hemisferio sur (inviernos del hemisferio norte). La Organización Meteorológica Mundial (OMM) lo define como un fenómeno que produce un enfriamiento a gran escala de las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, en conjunto con cambios en la circulación atmosférica tropical de los vientos, la presión y las precipitaciones. Tiene efectos en el clima opuestos a los de El Niño, que constituye la fase cálida del fenómeno denominado El Niño-Oscilación del Sur (ENOS). Cuando las aguas del océano bajan o suben su temperatura 0,5 ºC por encima o por debajo del promedio durante varios meses consecutivos (5 trimestres), se producen estos fenómenos.

La OMM señala la incidencia del cambio climático en este escenario. “Todos los fenómenos climáticos de origen natural ahora se producen en el contexto del cambio climático antropógeno, que provoca un aumento de las temperaturas mundiales, exacerba los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, y altera la configuración de las temperaturas y las precipitaciones estacionales”.

“Es excepcional que un episodio de La Niña se mantenga durante tres años consecutivos. Su efecto de enfriamiento está ralentizando de forma transitoria el aumento de las temperaturas mundiales, pero no detendrá ni invertirá la tendencia al calentamiento a largo plazo”, afirmó Petteri Taalas, secretario General de la OMM.

¿Qué pasa en Cuyo?

Los relatos y las informaciones que circulan sobre las consecuencias económicas de la sequía, suelen centrarse en la región núcleo, la región pampeana que concentra la mayor producción de commodities de origen agrícola. Pero el impacto de La Niña abarca a todo el cono sur.

“La región de Cuyo atraviesa 13 años consecutivos de sequía, lo cual no tiene precedentes en el registro histórico. Si bien en parte este déficit en las precipitaciones nivales sobre la Cordillera de los Andes puede estar influenciado por factores asociados a la variabilidad climática interanual, como es el fenómeno de La Niña, existen otros factores que surgen como consecuencia del cambio climático antropogénico. Un ejemplo de esto es el desplazamiento hacia el sur de los sistemas de mal tiempo que generan nevadas significativas sobre la región”, explica en diálogo con Canal Abierto Juan Rivera, doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos, investigador adjunto del CONICET, quien trabaja en el IANIGLIA (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales) en Mendoza.

El experto señala que la disponibilidad hídrica regional está en una situación crítica y que gran parte de las principales cuencas de la región se encuentran “bajo sequía hidrológica en niveles severos a extremos”.

“Distintos ecosistemas de la región fueron afectados por la disminución de los caudales de los ríos andinos, en particular aquellos que se encuentran en las partes bajas de las cuencas, dado que la prioridad es otorgar agua a los oasis irrigados y para el consumo humano. El manejo de agua tuvo que adaptarse a esta situación, en particular considerando que los máximos de caudal sufrieron un adelantamiento”, concluye el investigador del CONICET.

La sequía en números

Como mencionamos, la persistente sequía afecta principalmente la zona más productiva de la agroindustria nacional. Todas las previsiones hablan de pérdidas y reducción de los rindes.

El cultivo más afectado es el trigo que se siembra en otoño-invierno y se cosecha a principios del verano, por lo que todo su último ciclo productivo ha estado influido por la sequía. En la campaña 2022/23 se sembraron 6,1 millones de hectáreas, la menor superficie desde la campaña 2017/18. Mientras el año pasado hubo una cosecha récord de 22 millones de toneladas, este año se redujo a 12,4 millones, la peor cosecha desde la campaña 2015/16 (11,6 MTn) y casi 6 MTn debajo del promedio de las últimas cinco campañas. Traduciendo estos números en dólares, dependiendo de las estimaciones se habla de una pérdida de alrededor de US$ 2.500 millones.

Según el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, “la estimación de trigo para el ciclo 2022/23 garantiza tanto el abastecimiento interno como el saldo exportable para que los privados cumplan con sus compromisos”. Lo cierto es que este fenómeno climático en nuestro país (y en Brasil) ya ha provocado el alza de precios internacionales –tanto de la soja como del maíz– y es esperable que se profundice el impacto que viene trayendo en el mercado doméstico de alimentos.

En síntesis, según las estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires esta campaña de trigo generará exportaciones por U$D 2.300 millones (una caída interanual del 55%) y aportará U$D 1.000 millones a la recaudación fiscal con una pérdida del 33% frente a la temporada anterior.

Según la Bolsa de Comercio de Rosario, en su último Informe Especial sobre Cultivos ya se perdió el 25% de la soja argentina en medio de la campaña más seca en seis décadas. El trabajo refiere que “se dan por perdidas 12 MTn de la oleaginosa y se estima que será la tercera peor cosecha argentina de los últimos 15 años”.

Por último, en el caso del maíz las proyecciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) hablan de una reducción de producción de entre el 11% y el 25%.

Para cerrar este panorama, según el informe “Impacto de la sequía sobre la Campaña 2022/2023” de la BCBA, de cumplirse las estimaciones iniciales de producción presentadas en septiembre 2022 el Producto Bruto Agroindustrial (PBA) sufrirá una caída de U$D 4.067 millones, un 8% menos que la campaña 2021/22. Pero, debido al empeoramiento de la situación climática, las caídas pueden ser superiores, del orden de los U$D 11.025 millones (-21%) en un escenario, a U$D 15.743 millones (-30%) en caso de que las condiciones sean aún peores. Este impacto es equivalente al 1,1% o 1,8% del PBI, según sea el escenario.

Traducido a dólares, según el ministro de Economía Sergio Massa, se estima una pérdida por la sequía del orden de US$ 2.300 a US$2.900 millones, según afirmó a diario Perfil. En la misma entrevista, el funcionario indicó que de todas formas puede ocurrir que lo que se pierde en volumen exportado se recupere por el precio debido al alza de las cotizaciones de los cereales y oleaginosas producto de la sequía.

Los informes de las dos cámaras que venimos refiriendo son mucho menos optimistas que el Ministro, y lo más preocupante es que para febrero y marzo, la predicciones climáticas muestran lluvias inferiores a lo normal en Argentina, con un peor comportamiento en el centro sur de la región pampeana.

FUENTE: REVISTA NORTE